Todo el día oigo "yo", "mi" y "mío". Uno pensaría que esas palabras saldrían de los labios de uno de mis tres hijos (de 6, 5 y 2 años). Lamentablemente, no es así. Aunque los niños las usan bastante, la mayoría de estas palabras dolorosamente posesivas salen repetidamente de mi boca!
"¡Quita tus pies de mi sofá!"
"¿Por qué estás ensuciando mi casa?"
"¡No rompas mis platos!"
"¡Quita tus manos de mi chocolate!" (Quizá sea un poco más posesiva con este objeto.)
Un día, mi hijo mayor (con razón, pero quizá no por los motivos más puros) dijo: "Mamá, ¿no es de Dios todo lo que tenemos?". Uf. Aleccionador. Convincente. Cierto.
Esta simple palabra, "mi", refleja mi corazón pecaminoso. Si no establezco correctamente mi vida cada día en la verdad de Dios, rápidamente caigo en la trampa de pensar que las cosas de este mundo me pertenecen. Para establecer mi vida en la verdad de Dios, debo meditar en Su Palabra:
Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella. (Salmo
24:1) Tuyos son los
cielos; tuya es también la tierra; el mundo y todo lo que hay en él, tú los has fundado. (Salmo
89:11)Así que, la próxima vez que me enfade porque haya barro por toda la casa, se haya roto un plato o haya objetos de los niños tirados por el suelo, tengo que recordar que todo lo que tengo es del Señor, no mío. Me lo ha dado por poco tiempo y debo administrarlo bien. Una vez que Dios trata con mi pecado, estoy mejor equipado para criar a mis hijos en sus luchas pecaminosas.
Esto refleja otro ejemplo de Dios usando a mis hijos para revelar el pecado en mi vida.
Summit Alabado sea Dios por estas pequeñas personas que nos humillan y nos envían de vuelta a la cruz cada día.Escrito por Leslie Melby, escritora voluntaria del
Ministerio de Mayordomía y Generosidad. 1
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