Después de esto miré, y vi una gran multitud que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con ropas blancas y con palmas en sus manos, y clamaban a gran voz: «¡La salvación pertenece a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero!»
Ven, Jesús tan esperado, nacido para liberar a tu pueblo;
Líbranos de nuestros miedos y pecados, permítenos encontrar nuestro descanso en ti.
Tú eres la fuerza y el consuelo de Israel, la esperanza de toda la tierra.
Querido deseo de todas las naciones, alegría de todos los corazones anhelantes.
¿Conoces esas canciones que te ponen la piel de gallina cada vez que las escuchas? Esta canción, un clásico villancico navideño del siglo XVIII, es una de ellas para mí. Quizás sea por las notas crecientes de los instrumentos, cada una más hermosa que la anterior... o quizás sea porque lo que vemos en Apocalipsis 7 es el cumplimiento de lo que el compositor de himnos Charles Wesley llamó «el querido deseo de todas las naciones».
Cuando Adán y Eva decidieron pecar, la armonía que experimentaban con Dios en el Jardín del Edén se rompió. La consecuencia fue la separación de Dios, verdaderamente el resultado más desgarrador y aterrador que se pueda imaginar. Pero Dios, en su misericordia, en el momento justo, envió a su Hijo, Jesús, para que naciera «como un niño y, sin embargo, como un rey». Jesús, que es el hilo conductor de toda la historia de la redención. Su nacimiento hizo posible el cumplimiento de la promesa que Dios le había hecho a Abraham hace mucho tiempo: «En tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra» (Génesis 22:18).
Vemos la culminación de esta bendición en la poderosa escena de adoración registrada en Apocalipsis 7:9-10. Una gran multitud, tanta gente que es imposible siquiera contarlos, se reunió alrededor del trono. Gente de todas las naciones, todos los idiomas, todos los orígenes socioeconómicos.
Por supuesto, seguimos esperando que esta magnífica visión se haga realidad. Pero no nos quedamos de brazos cruzados mientras esperamos. Mientras esperamos, adoramos y damos testimonio. Celebramos la llegada del único Rey verdadero, nacido como un bebé. Anticipamos el momento en que regresará victorioso, renovando todas las cosas. Y vamos por todo el mundo para anunciar que el Rey ha venido y que pronto volverá. Que todos los que lo escuchen reciban con alegría a nuestro Rey.
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Escucha la canción «Come Thou Long Expected Jesus» (Summit tiene una versión genial!) y piensa en la letra. ¿Cómo te dan «fuerza y consuelo» la primera y segunda venida de Jesús esta Navidad? ¿Cómo te motiva eso a contárselo a los demás?