¡Mirad, vengo como un ladrón! ¡Bienaventurado el que permanece despierto, con sus vestiduras puestas, para que no ande desnudo y sea visto expuesto!
En Apocalipsis 16, los ángeles derraman las copas de la ira de Dios e inundan la tierra con su justicia. Esta imagen aleccionadora del juicio justo de Dios contra el pecado y la rebelión no puede pasarse por alto. La dulzura y la alegría de la temporada de Adviento no niegan la maldad del mundo. Por lo tanto, cuando leemos a Jesús diciendo: «¡He aquí, yo vengo como ladrón!» (v. 15), recordamos que la Navidad no solo mira hacia atrás, al pesebre de Belén, sino que también nos da un vistazo hacia adelante, a la segunda venida del Mesías.
Jesús vino primero para beber la copa de la ira de Dios por nosotros. No vino para condenar al mundo, sino para salvarlo (Juan 3:17). Por eso, en Navidad, miramos al Cordero que yace en el pesebre, el que nos salvó de nuestro pecado.
El nacimiento de Cristo significa que Dios no es indiferente al quebrantamiento del mundo. Apocalipsis 16 significa que Dios tampoco es indiferente al pecado y la desobediencia. Estos versículos nos muestran que, aunque vino primero con humildad, no es débil. En su primera venida ocultó su gloria, pero en la segunda vendrá de nuevo, revestido de todo su esplendor, para juzgar a los vivos y a los muertos.
Nuestra imagen futura del Rey en el trono encaja perfectamente con el bebé en el pesebre en la ciudad de David. Apocalipsis 16 nos llama a «permanecer despiertos». Los discípulos de Jesús deben vivir una vida de fe expectante y activa, sin dejarse llevar por el sueño espiritual. Las copas del juicio nos recuerdan que el pecado y el mal no tendrán la última palabra: la vida de fe no es una lenta espiral hacia la derrota. Las imágenes de la verdad y la justicia de Dios que se muestran nos impulsan a dar testimonio de la esperanza extendida a todo el mundo cuando Dios vino a morar entre los hombres.
El himno de Charles Wesley captura esta hermosa imagen: «¡Alegría al mundo, el Señor ha venido!».
Que la tierra reciba a su Rey; que cada corazón le prepare un lugar, y que el cielo y la naturaleza canten».
Deja que este tiempo de Adviento le prepare un lugar en tu corazón, no solo el recuerdo de su primera venida, sino también la preparación para su regreso.
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En unos momentos de tranquilidad, escucha o canta «Joy to the World» y pide a Dios que «prepare un lugar» en tu corazón y en tu vida. Escribe un aspecto de tu vida en el que anhelas la justicia o la paz de Cristo. A continuación, comparte lo que has escrito con alguien en quien confías.