Probablemente tengas una imagen mental de cómo es y cómo suena la oración, pero ¿alguna vez te has preguntado cómo huele la oración? En el libro del Apocalipsis, la oración tiene un aroma distintivo, porque aparece como incienso.
El incienso puede que no sea un elemento familiar en nuestros servicios religiosos, pero era una característica clave en el culto del Antiguo Testamento. Dios ordenó a Moisés que construyera un altar de incienso en el tabernáculo (Éxodo 30:1-10), y en el Día de la Expiación, la nube de incienso ardiente actuaba como una especie de oración, cubriendo los pecados del pueblo (Levítico 16:12-13; cf. Salmo 141:2).
Y probablemente también recuerdes su primera aparición en el Nuevo Testamento. Las primeras personas en reconocer a Jesús como rey fueron un grupo de místicos ricos procedentes del este. ¿Y qué le llevaron al rey recién nacido? Oro, mirra... e incienso (Mateo 2:11). Una oración, no dirigida hacia arriba, sino a un niño indefenso. Pero, ¿qué ocurre con estas ofrendas? ¿Qué hace Dios con ese aroma de oración? ¿Qué ocurre con tus oraciones aparentemente sin respuesta: la curación de tu hermana, la justicia en tu comunidad, la victoria sobre el pecado en tu propio corazón?
Juan nos dice: Dios recoge estas oraciones, esperando el día en que finalmente las derramará como incienso fragante. Como dice el pastor Tyler Staton: «Cada oración que has susurrado, desde la petición más simple y despreciable hasta el grito más sincero, Dios la ha recogido como una abuela que guarda en un álbum las pinturas y garabatos de un niño pequeño... y sigue tejiendo su cumplimiento, inclinando la historia en la dirección de un gran sí para ti y para mí».
Dios no solo recoge nuestras oraciones, sino que las responde. Cuando regrese, todos los males serán corregidos y toda la oscuridad se convertirá en luz. Y de vez en cuando, podemos vislumbrar esta victoria final. Como en Navidad, cuando recordamos cómo Dios respondió a nuestras oraciones al entrar en nuestro quebrantamiento con nosotros. Cada oración que has hecho —por justicia, sanación, reconciliación o perdón— encuentra respuesta en una cuna en Belén, donde nuestra tierra quebrantada recibió por primera vez a su Rey perfecto.
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¿Qué oraciones parecen no haber sido respondidas en tu vida? ¿Cómo cambiaría tu corazón si creyeras que Dios no solo atesora esas oraciones, sino que las responde a través de Jesús?