Summit Una pareja aprovecha los años de "nido vacío" para el Evangelio

12 de mayo de 2017 | Por Catherine Allison

El nido vacío. Basta con pronunciar estas palabras en una sala repleta de padres para recibir un sinfín de emociones y respuestas. Para algunos, esta noción representa la libertad. Los horarios vacíos abren un vasto mundo de oportunidades. Una exhalación colectiva de "¡lo hemos conseguido!" después de dedicar años y años a la crianza de los hijos. Para otros, el despertar a la realidad de un nido vacío es una temporada que hay que temer. Se lamenta. Vidas que antes rebosaban de actividad y ruido se calman cuando los niños convertidos en adultos levantan el vuelo. Y para muchos, este silencio es discordante, provocando la pregunta: "¿Y ahora qué?". Para Bruce y Anne Braddy, después de años de criar a sus cuatro hijos (Lauren, Kyle, Brad y Sydney), la respuesta era obvia. Conscientes de que sus días están contados y de que sus momentos son importantes, el nido vacío de los Braddy se ha parecido mucho más a la entrega, el sacrificio y el servicio que al placer y el ocio. Al fin y al cabo, pocas cosas nos convencen de la brevedad de la vida como enfrentarse cara a cara con la muerte. Y esto es algo que Bruce y Anne conocen demasiado bien. Era marzo de 2004. El punto álgido de la Locura de Marzo. La Universidad de Alabama acababa de derrotar a Syracuse en los "Sweet 16" y pasaría a la siguiente ronda del torneo de la NCAA, lo que provocó una llamada telefónica de celebración a altas horas de la noche de su hija, Lauren, que en aquel momento estaba en su último año de universidad, y de varias de sus hermanas de la hermandad. "Dulce hogar, Alabama", cantaban sus voces despreocupadas. Tres días después, Bruce recibió otra llamada con un tono muy diferente: "Sr. Braddy, soy el capellán del hospital y tenemos a su hija con nosotros". Bruce y Anne se enterarían de que Lauren había sufrido un trágico accidente de coche en de camino a su tan esperado crucero de vacaciones de primavera. Lauren y uno de sus queridos amigos perdieron la vida a consecuencia de este accidente, lanzando a los Braddy a la peor pesadilla de todo padre: la muerte de un hijo. Reflexionando sobre los días inmediatamente posteriores al accidente, Bruce recuerda una conversación que tuvo con su pastor en ese momento: "Me dijo: 'Bruce, un suceso como este va a hacer una de dos cosas. Va a hacer que corras hacia Dios, o va a hacer que huyas'. "No había ninguna duda para nosotros. Te das cuenta, después de tener un trauma en tu vida, de lo que es importante en la vida. Y lo que es importante en la vida es mantenerse en esa roca de Jesucristo, porque todo lo demás, como dice ese hermoso himno, es arena que se hunde. Las personas buenas pueden pasar por eventos horribles en sus vidas. Y eso lo hemos experimentado con la pérdida de Lauren a los 22 años, cinco semanas antes de que se hubiera graduado en la Universidad de Alabama". Bruce y Anne conocen bien la velocidad a la que la vida puede derrumbarse. Cómo se necesita un pequeño momento. Un solo diagnóstico. Una llamada inesperada y sorprendentemente breve de un capellán del hospital. Pero dan testimonio con la misma certeza de que hay Uno que es inmutable, plenamente soberano y totalmente bueno. "Al envejecer, y sobre todo al pasar por lo que pasamos en 2004, nuestra fe ha crecido", dijo Anne. "Sabemos que Dios es bueno y que Dios vale la pena". Para los Braddy, esta audaz proclamación de "Dios es bueno, y Dios vale la pena", se filtra en todos los rincones de sus vidas, ya que ofrecen su tiempo, sus talentos y sus finanzas con las manos abiertas. Y, con estas manos abiertas, están preparados para aprovechar todo lo que tienen para el Señor. Aprovechando sus finanzas, se comprometen a dar generosamente a través de sus diezmos y ofrendas. Aprovechando su tiempo, se niegan a desperdiciar el nuevo margen en sus días y, en cambio, hablan con nueva pasión sobre los ministerios en los que esperan sumergirse en Summit. Y aprovechando sus experiencias, Bruce y Anne siguen proclamando la bondad y la fidelidad de Dios, incluso a la sombra de una tragedia impensable. Cuando Bruce y Anne Braddy fueron bautizados a finales de abril, se les hicieron dos preguntas: "¿Creéis que Jesús ha hecho todo lo necesario para salvaros?" y "¿Prometéis ir donde Dios os diga que vayáis y hacer todo lo que os diga?". Y, planteadas estas dos preguntas, tanto Bruce como Anne respondieron con un rotundo "¡Sí!". Porque han conocido las profundidades del sufrimiento y han experimentado las alturas de la alegría, y han visto que Dios no les ha abandonado ni una sola vez. Saben que él está con ellos en cada estación y en cada circunstancia y que él es realmente la roca sólida. Que sólo él es bueno. Y que él sí que vale la pena. por Catherine Allison